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Mileyda Menéndez

  24 de febrero de 2007

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Caricatura de LAZ. Una mujer dice a un hombre musculoso con mala cara: "Pero le deja todo el trabajo a la testosterona... Los secretos del pene (II)

La testosterona

Una disponibilidad inadecuada en el organismo de esa sustancia química no solo produce merma en la líbido o deseo

A juzgar por las anécdotas que se escuchan con frecuencia en grupos de adolescentes masculinos, e incluso en quienes rebasan esa etapa de la vida, una simple sustancia química como la testosterona resultaría más poderosa que el principal órgano del ser humano: el cerebro.

Como «dueña» de su voluntad la pintan quienes se escudan en el poder estimulante de esta hormona para ser agresivos en extremo o supuestamente más «fogosos» que todos en sus aventuras amorosas, mientras achacan a bajos niveles hormonales tanto la inapetencia sexual como un carácter afable y conciliador.

No menos curioso resulta que en novelas, espacios publicitarios y conversaciones callejeras se le mencione como un producto masculino, asociado al supuesto poderío de los testículos.

Quienes así opinan desconocen tal vez que la testosterona también se genera en las glándulas suprarrenales de todas las personas, así como en los ovarios, aunque en cantidad 20 veces menor que la segregada por los varones, según aclara en su libro Historia íntima del pene el andrólogo español José Luis Arrondo.

ALGO MÁS QUE DIVERSIÓN SEXUAL

La importancia integral de la testosterona es ostensible desde momentos tan tempranos de la vida como el primer trimestre del embarazo. Fotos intrauterinas muestran al futuro bebé con el pene erecto, reacción fisiológica normal, aunque los padres quieran darle otra connotación.

De su accionar depende el futuro de los órganos y las características sexuales secundarias, tales como el vello facial, la agudeza en la voz y el desarrollo muscular, factores que cumplen también un papel dentro de los estereotipos actuantes en la existencia de cualquier varón.

Además de «modelar» la conducta sexual y producir erecciones, esta hormona ayuda a formar proteínas en cualquier momento de la vida y es esencial para muchas actividades metabólicas como la producción de glóbulos en la médula ósea, la formación ósea, el metabolismo de los lípidos o grasas y de los hidratos de carbono, así como en la función hepática y la formación de la próstata.

Otra misión que tiene es influir en la secreción de otras hormonas como la LH (luteinizante) y la FSH (estimulante de los folículos), que desempeñan funciones esenciales en la espermatogénesis (proceso de formación de espermatozoides).

LLEGAR O PASARSE

Los niveles de testosterona considerados «normales», según la mayoría de los hombres sanos pesquisados en todo el mundo, varían significativamente.

A partir de los 40 años, aproximadamente, los niveles de testosterona disponibles comienzan a disminuir un diez por ciento por década. De hecho, no toda la que producen las glándulas corre libre por el torrente sanguíneo, sino que una buena parte es atrapada por otras sustancias como la globulina y la albúmina, lo cual es absolutamente normal.

Cuando el deseo es menor que meses o años atrás, se achaca de inmediato a la falta de testosterona esta situación, pero solo acuden en busca de ayuda médica una parte de los que ven en peligro su desempeño sexual, plantea Arrondo. A veces ni por ese motivo, lo cual es más preocupante aún.

Sin embargo, una disponibilidad inadecuada de testosterona en el organismo no solo produce merma en la libido o deseo. En esos casos ocurren también cambios emocionales, psicológicos y de conducta, lo cual puede acompañarse de una menor masa muscular, pérdida de la resistencia, aumento de la grasa corporal a nivel central y superior del cuerpo, osteoporosis o huesos débiles y lumbalgia, e incluso riesgo cardiovascular.

Tales síntomas de alarma debe-

rían conducir al afectado ante un médico, quien orientará la conducta que deberá seguir para atender su salud integral. Desafortunadamente, entre esas «construcciones» sociales del género masculino está el hecho de no buscar ayuda clínica hasta que la situación sea extrema, por lo que no pocos hombres dejan sola a su testosterona en la difícil tarea de defender una hombría que sienten maltrecha, y no se percatan de que descubrir la causa y tratarla es más importante que esconder el efecto.

Pero si preocupante es la disminución de esta hormona en el torrente sanguíneo, también lo es su exceso, producido por el uso de esteroides anabolizantes, recurso en el que caen algunos deportistas y fisiculturistas creyendo que con eso duplican el poder de sus músculos, cosa que no es cierta porque no siempre más volumen implica mayor resistencia.

De cualquier modo, resulta des-

leal su utilización con otros fines que no sean médicos, sobre todo en eventos deportivos, en los cuales se rechaza a los competidores dopados.

Tal asunto puede hasta resultar contraproducente: la testosterona sintética es susceptible de sufrir un cambio inesperado en su metabolismo y convertirse en estradiol, hormona encargada de acentuar características sexuales secundarias femeninas, como la aparición de senos y la producción de leche.

LA TRIADA DEL AMOR

Como hormona del deseo, el papel de la testosterona en el desempeño sexual es importante, pero no exclusivo. En primer lugar porque no actúa sola, y en segundo, porque cumple además otras tareas, como habíamos visto.

La oxitocina es una romántica sustancia, conocida como «hormona del amor», que al ser liberada por la hipófisis favorece los vínculos interpersonales. En plena actividad erótica ella estimula los órganos sexuales e intensifica el orgasmo, explica Arrondo.

Simultáneamente aparece en escena otro elemento crucial: la adrenalina, mensajera de la acción y responsable de los cambios visibles en la persona excitada, tales como un rápido palpitar, sudoraciones, respiración desenfrenada…   

Pero aún juntas, ellas tres no dominan la situación: las emociones, como todo proceso afectivo que ocurre en la psiquis humana, es algo más que moléculas interactuando.

Por mucho deseo que sintamos al ver a la persona que nos interesa, el condicionamiento sociocultural nos ayuda a refrenarnos, aceptar patrones de conducta respetuosos y aplazar nuestras necesidades para momentos más oportunos.

Entonces sí podemos dar rienda suelta a las hormonas, tanto como a las fantasías que adornan cada encuentro, de modo que nuestro organismo funcione como un buen programa donde la química, la historia y la lingüística se combinen a la perfección.

 

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Aracelys Bedevia

24 de febrero de 2007

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MM: Me duele un poco cuando deseo continuar las fricciones del sexo después de eyacular. Al esperar unos segundos sin retirar el pene se me quitan los dolores y puedo proseguir, pero pierdo parte de la erección; si sale de la vagina queda totalmente flácido y el problema continúa aunque espere entre cinco y diez minutos. Me he encontrado con muchachas que después del sexo siguen acariciando, dejándome sin saber qué decir. Algunos de mis compañeros comentan que no les sucede así. ¿Será esto normal? ¿Qué debo hacer? Temo enfrentar una relación nueva. Tengo 21 años.

La mayoría de los hombres no pueden prolongar el coito después de eyacular. Descargar tanta tensión relaja suavemente al cuerpo, y muchos caen exhaustos en los brazos de Morfeo.

Lo mejor es que no te propongas recuperar la erección en un período fijo. Si la muchacha quiere más, deberá esperar. Dar exactamente lo que te piden no siempre es mejor para satisfacer al otro(a). Pueden prolongar el erotismo con el diálogo atento, la caricia tierna y otros detalles muchas veces olvidados, pero más necesarios que una penetración mantenida sin efectividad.

La pérdida de erección después de eyacular ocurre en dos fases. El tamaño del pene se reduce a la mitad y luego desciende lentamente. Este proceso, cuya duración no es igual en todos, tarda más si hubo un coito prolongado con una intensa excitación. El hombre sigue disfrutando de alguna estimulación sexual y el pene queda en la vagina. En cambio, la flacidez llega pronto si se retira el pene inmediatamente, piensa o habla de cualquier tema no erótico, u orina.

Algunos tienen una sensibilidad especial en el glande y sienten molestias después de la eyaculación, incluso cuando se mantienen quietos y sin rozamientos vaginales, por lo que es difícil mantener la erección debido a que el dolor impide disfrutar. Si tu método te ha dado resultados podrías mantenerlo. Para recomenzar debes dejarte llevar por el placer. El resto llega solo.

Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología y consejera en ITS y VIH /sida

 

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Mileyda Menéndez Dávila
mailto:mileyda@jrebelde.cip.cu

20 de enero de 2007

Mayte María Jiménez

Las infecciones de transmisión sexual como la gonorrea pueden duplicar el riesgo de desarrollar cáncer de vejiga en los hombres, según estudios recientes de la Escuela de Salud Pública de Harvard, Estados Unidos.

Las investigaciones estuvieron basadas en cuestionarios detallados e historiales médicos de 51 259 norteamericanos extraídos de un pesquisaje sobre la salud de los profesionales en 1986.

De ellos fueron identificados 286 casos de cáncer de vejiga entre los presentes en la lista relacionados con la gonorrea, por lo que los expertos refieren la posibilidad de haber encontrado la relación más estrecha hasta ahora entre el cáncer y las enfermedades de transmisión sexual.

Los estudios revelaron que un precedente de gonorrea en los varones aumenta el riesgo de cáncer de vejiga invasor, que dificulta los pronósticos.

El próximo paso consistirá en confirmar si ese peligro adicional lo causa directamente la gonorrea o se debe a sus síntomas.

Esta es una infección que generalmente se repite y que provoca inflamación local y sensaciones de vaciamiento incompleto de la vejiga. La inflamación en sí o los síntomas asociados podrían contribuir al desarrollo del cáncer de vejiga, señalaron los especialistas.

Los tumores en la vejiga son el noveno cáncer más común en el mundo.

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