Violence (I)
World campaign against gender
violence ends tomorrow
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VIOLENCE CAN HAVE MANY FORMS A social, certainly unjustifiable problem as well as a health condition, violence raises its ugly head in all countries without making any distinction as to age, educational level or socio-economic status. It can be expressed in many ways, ranging from silence to physical mistreatment, but different though they may be, they all lacerate dignity and cause damages beyond repair in the mental health of both victims and victimizers. Gender violence is one of those ways, a culture learned either from family or social models or through a machismo-based education that starts from the cradle. Substance abuse and smoking can be other triggering factors. Among the various expressions of this phenomenon are physical, psychological and sexual aggression. The latter includes child abuse, rape and harassment. Some of its most noticeable consequences are: injury and trauma, depression, low self-esteem, insecurity, sexual dysfunction and the desire for revenge. Victimized women become submissive and even tend to reject their children or have unwanted ones. Suffering or witnessing violence as a child or a teenager lays the foundation for psychological problems, emotional and sleeping disorders, anorexia, isolation, or impaired learning. Many eventually reproduce aggressiveness within family or social circles. People who resort to violence also suffer its negative impact, since they feel inferior, impotent, depressed, anxious, repentetd, guilty and/or insecure, and furthermore are rejected by their family as much as by society. In either case, suicide is a possibility, more common among women and teenagers, whereas men usually adopt a homicidal-suicidal conduct. |
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09 de diciembre de 2006 22:32:41 GMT
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2006-12-09/pregunte-sin-pena/
Z.G: Tuve la primera relación a los 18 con mi gran amor. Estuvimos juntos dos años y medio hasta que ella decidió separarse sin darme explicaciones. Desesperado, salí para distraerme y conocí a una chica atractiva que no me gustaba, pero probé porque ella se me tiró encima. Sorprendentemente, no pude llegar ni siquiera a excitarme. La pena se apoderó de mí a pesar de su comprensión. Díganme qué hacer.
Lo mejor es evitar implicarte en un intercambio amoroso que no deseas. Mucho menos si lo que sientes es pena. No es posible quedar bien con otros sin ir en contra de nosotros mismos. En tales casos, es más atinado aceptarnos como somos, asumir lo que sentimos y si es posible, sincerarnos con la otra persona y esperar que nos disculpe. La peor opción es esforzarnos desestimando lo que se vivencia.
Nuestro cuerpo no es un instrumento que se deje utilizar caprichosa e ilimitadamente. Cuando lo sobrecargamos de tareas empieza a enfermar. Al exigirle placer sin que el deseo lo estimule, se resiste. El organismo siempre señala el bienestar o malestar que experimenta y debe ser atendido en correspondencia. Si lo ignoramos, protesta.
No importa lo atractiva o amorosa que pueda ser la otra persona si no logra despertar el erotismo, que no es solo una representación mental sino también una vivencia corporal. Cuando alguien estimula el deseo erótico el cuerpo vibra y demanda proximidad físico-subjetiva, contacto íntimo, conjunción profunda. Entonces, cada beso avanza hacia el deleite embriagador que pide más y no culmina hasta el clímax orgásmico, una experiencia donde se va más allá de los límites conocidos. Nada de esto puede ocurrir sin que el deseo teja la red que ensarta mente y cuerpo.
Respetar nuestros procesos emocionales es importante para protegernos. El fin amoroso suele provocar un dolor inhibidor. A la vez, reclama un tiempo de introspección, autocomplacencia y recuperación que se debe respetar. El amor retornará con todo su brillo solo cuando estés preparado para recibirlo. No te violentes.