December 12, 2006

The Queen, Vitus and Padre Nuestro

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

http://www.granma.cubaweb.cu/2006/12/12/cultura/artic01.html

Stephen Frears’ The Queen is one of those films whose creative foundations are hard to imagine before you see it. After doing a great job of dealing with a working class family’s conflicts in The Snapper, the British director now crosses the line and settles into royal palaces and bed chambers to give us a piece of his country’s history focused on a horn-locking contest between the Queen and a newly appointed Prime Minister Tony Blair intent on making the monarchy take on Princess Diana’s death as a private tragedy –- as expected by the people -– instead of ‘rightfully’ drifting apart from it.

Padre nuestro (Our father),
A FILM BY THE CHILEAN RODRIGO SEPÚLVEDA

Except for some archival TV footage, what we see, even if based upon solid data, comes straight from Frears’ and his excellent scriptwriter Peter Morgan’s imagination. What turns this movie into an outstanding artistic event, however, is not precisely the flow of revelations but the filmmakers’ fine internal reconstruction job done with the characters at a time when the death of the so-called “People's Princess” brought to light the royal family’s need to marry tradition with modernity.

Frears shapes his royal characters respectfully, yet without fealty. He wants neither a parody nor a caricature of, much less sensationalism about, Diana’s death. What drives him is not how the car accident took place, but its consequences and, in this connection, his characters’ dramatic inner world and multiple overtones, a merger which leads the audience to believe they have plunged into an objective portrait of an epoch.

From scene one you realize there was no one better than Helen Mirren to play Queen Elizabeth II. Sober or incisive to the point of irony in her telltale dialogues with Tony Blair, displaying a very subtle sense of humor or seized with the most conflicting feelings, the actress draws the curtains on a sovereign who struggles with the demands of her royal education.

Formally speaking, the film includes some TV footage which favors an informative and dramatic continuity of this very British plot and let us peek at a world that Frears no doubt could suss out from head to foot.

These Festival days have brought with them good samples of Swiss moviemaking. Fredi M. Murer’s Vitus is a good example. This film is about an uncommonly intelligent boy whose parents try to turn into a brilliant piano player by nipping his imagination in the bud. Theo Gheorghiu, the boy playing this character, is a real virtuoso who has won several international contests. Starring as well are the great Bruno Ganz, highly celebrated for his performance as Hitler in the German film Der Untergang (Downfall).

Acclaimed by audiences elsewhere, Vitus is actually two films in one: a very commendable first half, brimming with fine irony and excellent character depiction, and a second half which is also pleasant but fails to shake off certain happy ending influences –- so costly in Hollywood filmmaking -– as it tries to get the general public eating out if its hand.

The topic of Chilean director Rodrigo Sepúlveda’s Padre Nuestro (Our Father) has been seen of late in a number of movies from different countries: a dying father, in this case a heavy drinker and a womanizer, too fond of the good life, calls for his children. For all its predictable plot and somehow trite, too-long scenes, the script allows the whole cast to excel themselves. Now and then, a nice sentimental comedy tinged with black humor, albeit one devoid of a restrained, clear-cut aesthetics in its attempts at making the audience either burst out laughing or into tears.

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La reina, Vitus y Padre nuestro

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

http://www.granma.cubaweb.cu/2006/12/12/cultura/artic01.html

La reina, de Stephen Frears, es de esos filmes que antes de verse resultan difíciles de imaginarse en sus troncos creativos. El director inglés, que tan bien supo tratar los conflictos de una familia trabajadora en Café irlandés, cruza la línea y se instala ahora en los palacios y alcobas reales para contar un pedazo de historia de su país, referido al mano a mano sostenido entre la reina y un recién nombrado primer ministro Tony Blair, empeñado el político en que la monarquía asuma la muerte de la princesa Diana como algo muy propio —como lo pretende el pueblo— y no a través de un "correcto" distanciamiento.

Padre nuestro, del chileno Rodrigo Sepúlveda.

A no ser las escenas tomadas de la televisión, lo que se ve es ficción imaginada por Frears y su excelente guionista Peter Morgan, pero ficción afincada en mucha información. Y sin embargo, no es precisamente el caudal de revelaciones lo que convierte a la película en un hecho artístico sobresaliente, sino el fino trabajo de reconstrucción interna que se realiza con los personajes, durante aquellos tensos momentos en que la muerte de la llamada "princesa del pueblo" puso en evidencia la necesidad de conjugar tradiciones y modernidad por parte de la monarquía.

Frears reconstruye los personajes de la realeza con mucho respeto, aunque sin vasallaje. No quiere ni parodia, ni caricaturas, ni amarillismos relacionados con la muerte de Diana. Del accidente automovilístico lo que le interesa no es cómo sucedió, sino las consecuencias acarreadas. Y de ellas, las interioridades dramáticas y los múltiples matices con que reviste a los personajes involucrados en el conflicto, una suma frente a la cual el espectador tiene la impresión de encontrarse inmerso en un objetivo retrato de época.

Ya desde su primera imagen, se comprende que no pudo haber otra mejor que Helen Mirren para encarnar a la reina Isabel II. Sobria o incisiva desde la ironía durante los reveladores diálogos que sostiene con Tony Blair, haciendo gala de un finísimo sentido del humor, o presa de los sentimientos más encontrados, la actriz corre las cortinas de una soberana debatiéndose en medio de las exigencias de su educación real.

En el aspecto formal, la cinta conjuga imágenes de la televisión propicias para otorgarle una continuidad informativa y dramática a esta trama muy british, que permite asomarnos a un mundo al que sin duda Frears cala de los pies a la cabeza.

Buen cine suizo se está viendo en estos días de Festival. Y Vitus, del realizador Fredi M. Murer, es una muestra. Se trata de un niño con inteligencia extra a quien sus padres le cortan las alas de la normalidad tratando de convertirlo en un genio del piano. Theo Gheorghiu, el niño que encarna el personaje, es realmente un virtuoso que ha ganado varios concursos internacionales y la cinta cuenta además con la participación del gran Bruno Ganz, célebre por su desempeño en el papel de Hitler en la alemana El hundimiento.

Con buen éxito de público en diferentes latitudes, Vitus es realmente dos filmes en uno. Una primera parte muy plausible, llena de finas ironías y excelentes retratos de personajes, y una segunda también agradable, pero que en sus intenciones de echarse en el bolsillo al más vasto auditorio, no puede sacudirse de ciertas influencias provenientes del happy end tan caro en el cine de Hollywood.

El tema de la chilena Padre nuestro, de Rodrigo Sepúlveda, lo hemos visto últimamente en varias cintas de diferentes nacionalidades: un padre a punto de morirse convoca la presencia de sus hijos. En este caso se trata de un padre vividor de la vida, bebedor y mujeriego. La trama permite lucirse a los actores involucrados en ella, pero resulta predecible y hasta algo trillada en escenas de excesivo metraje. A ratos, una agradable comedia sentimental matizada de humor negro, pero sin contención y sin estética definida en sus intentos de convocar por igual a la risa y al llanto.