A revolution in the United States?

2006-10-26

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.
http://www.cubadebate.com/index.php?tpl=opinion-show&noticiaid=7724&noticiafecha=2006-10-26

U.S. capitalism is facing two serious threats to its fabric. One is the growing instability of the American dollar, still the world market's monetary standard and central bank reserve despite its worthlessness. The other is the irrational American way of life's unquenchable thirst for hydrocarbons.

The dollars that the Federal Reserve continually issues have lacked economic backing ever since President Nixon decided they would no longer be convertible into gold. This problem has become steadily worse as a result of Washington's colossal and increasing trade deficit and foreign debt. Nowadays the scholars discuss when, rather than if, the U.S. economy will reach crisis point. Some see it coming around the corner, others just a little bit farther, but most agree that it will happen.

On the other hand, it's a fact that the hydrocarbons "oil and natural gas" will be depleted by mid-century, their full-scale replacement anything but feasible with the existing alternative technologies.

These factors led the neoconservatives to come up with Washington's unlimited world dominance based on their military supremacy and preemptive war tactics. It was a matter of imposing the rundown dollar as the king of capitalism for an indefinite period and getting hold of the planet's energy resources.

The reprehensible and still unclear 9/11 attacks served as justification to put into practice such insane plans and pave the way for the complete failure that the occupation of Afghanistan and Iraq have proven to be. Neither of these countries has seen the flower-showered ticker-tape parade the troops were promised. Bush's "mission accomplished" statement three years ago and the exemplary democracy he said would be established in Iraq are further gems in his matchless anthology of lies and fiddle-faddle. Unless by "mission accomplished" he means having killed hundreds of thousands of Iraqis and destroyed the country. To top it all off, America has suffered a humiliating military and political defeat at the hands of patriotic resistance fighters, who leave the withdrawal of U.S. troops as the only reasonable choice.

However, Washington's new Nazis keep thumping on the drums of war. The imperialists, and especially the Bushists, never learn from history, and just as Nixon first responded to the military standstill in Vietnam by attacking Cambodia and then with  "Vietnamization", now Bush is trying to do the same in Iraq, and to expand the war to Iran and Syria no less. By harassing North Korea he sparked that country's nuclear test, and keeps interfering in Latin American political processes for good measure.

Like back in the 1960s, most Americans oppose the war and spurn the government's performance, according to several opinion polls. The Republicans are likely to lose the mid-term election on November 7, which would be a major setback for Nazi-Bushism.

Yet, a Democratic victory in both the House of Representatives and the Senate would by no means entail a change of policy in the White House. Most Democratic lawmakers have taken either a halfhearted or a fully supportive attitude toward the war, and also toward restricting civil rights, fiscal exemption for the rich and other equally unpopular measures. Some of them recently voted for the legalization of torture and the suppression of habeas corpus.

The current decline in middle- and working class living standards, increasing poverty in many sectors of society and widespread political corruption have no precedent in the United States after World War II. Hurricane Katrina revealed that millions of Americans live in abject poverty impossible to solve with lukewarm measures, all because of a policy in which the Democrats have played a part.

Warmongering can only be bested by an extended social movement. Should such force intertwine with a serious fall in the dollar, there would be a wave of protests that not even a thousand Patriot Acts could put out.

Predictably, the U.S. has two choices in the offing: a social revolution or a profound capitalist reform. The latter is more likely to lay the foundations for the end of neoliberalism and a humbler, more constructive role for Washington in the world scene. There's no Franklin Roosevelt on sight, but desperate crises often bear good solutions.

aguerra12@prodigy.net.mx


¿Revolución en Estados Unidos?


2006-10-26


El capitalismo estadunidense padece dos graves amenazas estructurales. Una es la creciente precariedad del dólar, que aunque no vale nada actúa como patrón de cambio del comercio mundial y reserva de los bancos centrales. La otra es la insaciable sed de hidrocarburos del irracional modo de vida americano.

El chorro de dólares que emite sin pausa la Reserva Federal carece de respaldo económico desde que el presidente Nixon decidió suprimir su convertibilidad en oro. Este problema se ha venido agravando asociado al déficit comercial y a la deuda de Washington con el mundo, ambos en constante aumento y de proporciones colosales. Ya apenas se discute entre los estudiosos si Estados Unidos va a entrar en una profunda crisis financiera, sino en qué momento. Algunos la ven venir en lo inmediato, otros a mediano plazo, todos debaten sobre su magnitud, pero la mayoría está de acuerdo en que se va a producir.

En cuanto a los hidrocarburos–el petróleo y el gas natural- se sabe que finiquitarán alrededor de mediados de este siglo y que su sustitución plena no es factible con las tecnologías alternativas existentes.
Fueron estos los factores que llevaron a los neoconservadores a concebir la doctrina de hegemonía mundial absoluta de Washington, basada en su supremacía militar y la guerra preventiva. Se trataba de lograr a la fuerza la aceptación del dólar chatarra como rey del capitalismo por tiempo indefinido y la apropiación de los energéticos del planeta.

Los repudiables y aún no esclarecidos atentados del 11/s proporcionaron el pretexto para poner en práctica esta idea enajenada y condujeron a la ocupación de Afganistán e Irak, que han resultado un fracaso descomunal. En ninguno de los dos países hemos visto el paseo militar ni los recibimientos con flores anunciados. La “misión cumplida” proclamada por Bush hace tres años y la democracia ejemplar que implantaría en Irak añaden perlas a su incomparable antología de la mentira y la estupidez.

A menos que por misión cumplida se entienda el genocidio de cientos de miles de iraquíes, el descuartizamiento del país, y para colmo, una humillante derrota militar y política de Estados Unidos frente a la resistencia patriótica, que le deja la retirada como único camino razonable.

Pero los nuevos nazis de Washington siguen batiendo los tambores bélicos. Los imperialistas –menos los bushistas- no aprenden de la historia y así como Nixon respondió al empantanamiento en Vietnam agrediendo a Cambodia y más tarde con la “vietnamización”, ahora Bush pretende hacer lo mismo en Irak y extender la guerra nada menos que a Irán y Siria. Su acoso a Corea del norte explica la prueba nuclear de aquella. Mientras, acentúa la injerencia en los procesos políticos latinoamericanos.

Como en los sesentas una mayoría de estadunidenses se opone a la guerra y desprecia la labor del gobierno según varias encuestas. La probable derrota del Partido Republicano en las elecciones del 7 de noviembre sería un grave revés para el nazi-bushismo.

Sin embargo, aún si los demócratas ganaran las dos cámaras no significaría que se va a revertir automáticamente la política actual de la Casa Blanca. El grueso de los legisladores de ese partido ha adoptado una tibia postura contra la guerra o la ha apoyado. Lo mismo es válido ante la restricción de las libertades civiles, las exenciones fiscales a los ricos y otras medidas antipopulares. Varios votaron recientemente por la legalización de la tortura y la supresión del habeas corpus.

El deterioro actual de las condiciones de vida de las clases medias y de los trabajadores, el empobrecimiento de amplios sectores y la corrupción generalizada de la política no tienen precedentes en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. El Katrina reveló la miseria en que viven millones de estadunidenses. Todo esto es consecuencia de una política de la que el Partido Demócrata ha sido partícipe y no se resuelve con medias tintas.

El curso guerrerista sólo puede ser derrotado por un gran movimiento social. Si se entrecruzara con una grave caída del dólar provocaría un ciclo de protestas que ni mil leyes Patriota podrán apagar.

Dos salidas son previsibles en el futuro de Estados Unidos: la revolución social o una reforma de gran calado del capitalismo. Esta, más probable, llevará al fin del neoliberalismo y a un papel internacional más modesto y constructivo de Washington. No hay un Franklyn Roosevelt a la vista pero las grandes crisis suelen parir soluciones.

aguerra12@prodigy.net.mx