EL NUEVO HERALD
Posted on Mon, Nov. 20, 2006

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/opinion/16054947.htm 

Washington’s “mules”
By ALEJANDRO ARMENGOL

As President George W. Bush’s government put into practice new measures to restrict family visits to Cuba, further funds were being approved to finance trips to that country by “mules” loaded with consumer goods for the dissidents.

Not only was such a distinction tactically wrong and likely to be of little or no consequence regarding a change in the island, it also turned many foes into voluntary or involuntary accessories to a double-dealing policy of which Havana will now take advantage for propaganda purposes.

Fueled by largely overindulging news coverage, various campaigns have been launched from Miami to support the opposition movement inside the Island, even if, year after year, they have been merely based on repetitious radio broadcasts, shallow statements to the press, and familiar faces on a TV program tailored to please the Versailles restaurant patrons. Any criticism at or comment opposed to the said campaigns has been tagged at once as an act of complicity with Castro’s regime.

I doubt if the term “accomplice” would be more fitting to anyone than to those who have spent millions from the taxpayers’ dollars on Nintendo and Sony video games, a mountain bike, leather and cashmere jackets, canned crabmeat and Godiva chocolate bars, as reported by the U.S. Government’s General Accounting Office (GAO).

Not that the Cubans who live in the Island should be denied such goods. But their purchase by aid-providing organizations here in Miami is an irresponsible decision. Various dissidents have already made it clear that they have received neither luxury goods nor money from Washington and that half the budget for this aid stays in Miami.

These alleged exiled “patriots”, seemingly committed to the fight for democracy in Cuba, are partly accountable for a highly ineffective campaign that is poorly conceived and controlled worse. Yet, the heaviest burden vis-à-vis the American taxpayers falls on the U.S. International Development Agency, provider of $73 millions to help set up a democratic Cuba which were poorly supervised and managed on the basis of flawed procedures and internal control mechanisms.

According to GAO’s report, the internal mechanisms to control the provision of subsidies and their use “are insufficient to make sure that the funds are rightly spent and the donations meet the relevant legal and statutory requirements”.

What this document brings out is at best the inadequate, unproductive use of a multimillion dollar program aimed at groups intent on building democracy in Cuba.

Although it emphasizes that since 2004 both USAID and the State Department have created mechanisms of “official competence to decide where the donations will go”, and that these institutions recently implemented a number of proper measures to enhance program supervision, a noticeable change in the way the funds are distributed or of the names included in the list of beneficiaries is yet to be seen.

The result of pressures from a Republican-controlled Congress under ex-president Bill Clinton’s mandate to help introduce democracy in Cuba, the report has not only been a failure, it also seems to have been designed to fail in the first place.

That the said program not only survived a change of government six years ago but has grown bigger to boot has to do more with domestic policy and the intention to draw the Cuban-American vote than with the goal of achieving a democratic change in the Island.

Democrats and Republicans alike have been more eager to pretend they care about the Cuban situation than to contribute to the end of the regime. Since the CIA’s plans to waste Fidel Castro in the 1960s, this country has witnessed over and over again a scheme that is hard to understand outside the United States: the allocation of substantial resources to accomplish nothing. The rest is just playing with the hopes of those who live in Cuba and the attempts by a few freeloaders to make some easy money.

aarmengol@herald.com





EL NUEVO HERALD
Posted on Mon, Nov. 20, 2006

Las ''mulas'' de Washington

Al mismo tiempo que el gobierno del presidente George W. Bush ponía en práctica nuevas medidas para restringir las visitas familiares a Cuba, aprobaba más fondos para financiar viajes de ''mulas'' cargados con artículos de consumo para la disidencia.

Esta distinción no sólo estableció una táctica errada y de pocas repercusiones prácticas para un cambio en la Isla, sino que convirtió a muchos opositores en cómplices voluntarios o involuntarios de una política de doble moral que ahora La Habana tratará de aprovechar al máximo para sus fines propagandísticos.

Bajo el amparo de una cobertura periodística complaciente en la mayoría de los casos, diversas campañas han sido lanzadas en Miami para apoyar el movimiento opositor en la Isla, pero año tras año éstas no han ido más allá de la repetición de voces en la radio, notas informativas superficiales y rostros conocidos en un programa de televisión hecho para complacer a quienes visitan el restaurante Versailles. Cualquier crítica y comentario opuesto a tales campañas ha sido catalogado de inmediato de complicidad con el régimen de Castro.

Me pregunto si no son más ''cómplices'' quienes han gastado los millones de dólares de los contribuyentes en equipos y juegos de video Nintendo y Sony, una bicicleta de montaña, abrigos de cuero y cachemira, latas de carne de cangrejo y chocolates Godiva, como muestra un informe de la Oficina de Contabilidad del Gobierno de Estados Unidos (GAO).

No es que a los residentes de la Isla les sean negados tales artículos, sino la irresponsabilidad que significan tales compras por parte de los organizadores de la ayuda aquí en Miami. Diversos disidentes ya han dejado claro que no han recibido artículos lujosos ni dinero de Washington, y que más de la mitad del presupuesto de la ayuda se consume en Miami.

Son estos supuestos ''patriotas'' del exilio, aparentemente comprometidos en la lucha por llevar la democracia a Cuba, los responsables en parte de una campaña mal dirigida, peor controlada y de una pobre efectividad. Pero la responsabilidad mayor, de cara a los contribuyentes norteamericanos, es de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que ha brindado $73 millones para ayudar al establecimiento de una Cuba democrática sin una fiscalización adecuada, con una notoria pobreza de directivas y procedimientos y grandes deficiencias en los mecanismos de control interno.

De acuerdo al informe de la GAO, los controles internos destinados a supervisar el otorgamiento de subvenciones y la utilización del dinero ``no logran asegurar que los fondos son utilizados adecuadamente y que las donaciones cumplen con los requisitos establecidos por las leyes y regulaciones''.

Lo que evidencia el documento es, en el mejor de los casos, una utilización inadecuada y poco efectiva de un programa multimillonario destinado a los grupos empeñados en llevar la democracia a Cuba.

Aunque el informe señala que a partir del 2004 tanto la USAID como el Departamento de Estado han establecido mecanismos de ''competencia oficial para seleccionar a quienes reciben las donaciones'', y que en fecha reciente ambas instituciones han puesto en vigor medidas adecuadas para mejorar la supervisión de los programas, no se ha notado un cambio notable en la distribución de los fondos ni se ha alterado la lista de los beneficiarios.

El programa creado gracias a las presiones de un Congreso en manos republicanas y bajo el gobierno del ex presidente Bill Clinton, para ayudar a llevar la democracia a Cuba, no sólo ha resultado un fracaso, sino que al parecer fue concebido precisamente para no tener éxito.

Que dicho programa haya no sólo sobrevivido al cambio de administración hace seis años, sino incluso aumentado, tiene que ver más con la política nacional y el interés por atraerse el voto cubanoamericano que con el objetivo de lograr un cambio democrático en la Isla.

Tanto los gobiernos demócratas como republicanos han estado más deseosos de aparentar un interés por la situación cubana que en contribuir al fin del régimen. Desde los planes de la CIA durante la década de 1960 para exterminar a Fidel Castro, una y otra vez en este país se ha repetido un esquema similar difícil de entender fuera de Estados Unidos: la utilización de amplios recursos y fondos millonarios con el objetivo de no lograr nada. Lo demás es jugar con las esperanzas de quienes viven en Cuba y obtener dinero fácil unos pocos aprovechados.

aarmengol@herald.com