A
debate desde el balance
Antídotos contra la exclusión social
Zenia Regalado
SAN LUIS, Pinar del Río.— Nadie al nacer escoge
el lugar donde vivirá, ni la familia que tendrá,
por eso los programas de la Revolución son un
antídoto contra la exclusión social y favorecen
a los sectores con mayores desventajas
garantizando que tengan las mismas posibilidades
que el resto.
Anteriormente, la mayoría de quienes entraban a
la universidad eran hijos de profesionales.
Nacer en un barrio periférico o marginal,
llevaba prácticamente al determinismo social de:
dime dónde vives y te diré quien serás.
Reflexiones que giraron en torno a estos
conceptos fueron hechas en la asamblea de la UJC
del municipio vueltabajero de San Luis.
En ella Elizabeth Hernández Silva, secretaria
del comité de base del policlínico Epifanio
Rojas, narró la historia de cómo esa
organización dio atención a una joven negra,
residente en un apartado sitio rural, y con
serias desventajas sociales, quien con solo 19
años llegó allí hasta sin dientes, como una
anciana, para ocupar una plaza de auxiliar de
limpieza.
“La atendimos y nos acercamos a ella —relató
Elizabeth. Ella ha cambiado mucho su porte y
aspecto y le hemos dado tareas hasta en la
preparación de nuestros matutinos, y ahora
queremos que siga estudiando en alguno de los
cursos que la Revolución ha puesto a nuestro
alcance”.
Aquellas palabras despertaron los aplausos
unánimes y movieron las conciencias, hasta el
punto de que fue uno de los asuntos más
comentados en el receso, durante el cual
escuchamos valoraciones críticas acerca de cómo
a veces se contribuye a que un joven se pierda
porque no se llega a él a tiempo.
¿Cuántas muchachas como la de esta historia no
estuvieron sentadas en un aula de secundaria
anteriormente sin que se les viera? Precisamente
las transformaciones en la secundaria básica,
dirigidas a que el profesor sea un preceptor de
sus 15 alumnos, están dirigidas a evitar que se
multipliquen historias como la de dicha
muchacha.
Sobre este particular Otto Rivero Torres, primer
secretario de la UJC en el país, refirió que la
Revolución, con los nuevos programas, consolida
el derecho a crecer con una calidad de vida
apropiada.
“Hubo que cambiar estilos hasta en la forma de
seleccionar a los monitores en las escuelas
cuando se inició la introducción de la
computación.
“Se observó a niños que anhelaban estar cerca de
la máquina, y muchos de ellos no habían sido
hasta ese momento monitores de nada”,
reflexionó.
Al intervenir acerca del tema, Hassan Pérez
Casabona, miembro del Buró Nacional de la UJC,
puntualizó que la Batalla de Ideas es una
centrífuga contra lo mal hecho, y ella nos ha
llevado a fortalecer los valores del joven
comunista, como la solidaridad, la hermandad.
El comité de base —subrayó— tiene que ser la
escuela, la fragua en la que se llegue a cada
joven, y se hable, lo mismo del festival de
cine, de un concierto de Silvio, que de las
tareas concretas en la producción y los
servicios.
En los debates se corroboró que este es el más
humano de los sistemas y que cada día se
perfecciona en pos de una mayor justicia social,
pues todos tienen el derecho a que se les tenga
en cuenta.